Cine africano, registro de la pluralidad - entrevista a Mariano Bartolomeu

Helen H. Hormilla • La Habana

Difundir una mirada genuina sobre África sigue siendo uno de los principales retos que afrontan los cineastas de ese continente. La falta de apoyo estatal para las cinematografías nacionales, la ausencia de escuelas de cine y los deficientes canales de distribución figuran entre las dificultades que enfrentan quienes desde esa región optan por el séptimo arte.

Sin embargo, para el realizador angoleño Mariano Bartolomeu existe un avance notable en este sentido, protagonizado por países como Nigeria, Burkina Fasso y Ghana, además de otros como Senegal y Mali con obras notables y autores de reconocimiento internacional.

Formado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Bartolomeu ha sido uno de los principales colaboradores del Festival de Cine de Luanda, una iniciativa surgida hace cuatro años con la intención de promover el intercambio entre jóvenes cineastas de África y el mundo. Aunque se ha dedicado en mayor medida a la televisión, cuenta con los cortos Caribeando (1990), Un lugar limpio y bien iluminado (1991), Quem fas correr Quim? (1992) y The sun s btill shines (1995). Desde hace un tiempo reside en EE.UU. y desde allí dirige un programa destinado a una audiencia angolana, además de estar en proceso de fundar una productora con profesionales de Latinoamérica mayoritariamente.

Durante su intervención en uno de los paneles del I Encuentro de Cineastas de África, el Caribe y sus Diásporas en La Habana, el creador reiteró la necesidad de promover la formación de profesionales del audiovisual en los países africanos, para lo que no solo debe pensarse en Europa o EE.UU., sino en escuelas como la cubana. Al respecto, su país trabaja en la conformación de una ley para apoyar a los realizadores audiovisuales y él mismo propone otorgar becas para que jóvenes angoleños estudien en San Antonio de los Baños.

La necesidad de contar historias que reflejen el punto de vista de los pueblos africanos, justifica su preocupación por desarrollar la creación audiovisual en su país de origen y en naciones vecinas, si bien advierte que en ello no debe perderse de vista la diversidad de realidades y culturas características del continente.  

Mariano BartolomeuMariano BartolomeuEn casi todos los debates del Encuentro se ha hablado sobre los problemas de la distribución y de la producción como frenos al desarrollo del cine en África.

La producción va a ser siempre un problema tanto en África, como en otras regiones. El cine es muy caro, necesita de dinero para producir, cualquiera que sea el formato. Como cineastas tenemos la necesidad de que nuestros gobiernos se comprometan en la producción de películas y contenidos audiovisuales en general. Solo así podremos representarnos como somos, con nuestras deficiencias y nuestros sueños.

Los cineastas africanos buscamos financiamiento de adentro y de afuera, articulamos formas ingeniosas para producir; pero, sin el empeño de los gobiernos, es muy difícil. Tenemos que hacer presión para que se comprometan de una forma más activa con el cine.

En cuanto a la distribución, a veces es más complicado, porque puedes tener el producto pero si no se ve no sirve de nada. Tenemos que aprender a pensar desde el inicio en cómo llegar al público y distribuir las obras. Felizmente, las nuevas tecnologías, incluyendo Internet y el video digital, facilitan un poco ese trabajo. Pero esto implica a su vez que los gobiernos se comprometan a modernizar nuestros países.

También tenemos brechas en la distribución del cine de otras regiones. No vemos lo que se realiza en América y el Caribe.

Es un reto pensar en difundir por Internet cuando una gran parte de la población africana no está alfabetizada.

Debemos buscar las maneras de democratizar las nuevas tecnologías. En Kenya, por ejemplo, se creó un campo donde los estudiantes aprenden a desarrollar aplicaciones que se usan a través del teléfono, pensadas para responder a las necesidades de la población local. Un campesino, lejos de allí, puede comercializar su producto a través de esta aplicación, que se concibió de manera muy visual pensando en personas iletradas. Este tipo de alternativas puede transmitirse también a la promoción del cine. Nosotros podemos resolver nuestros propios problemas a partir de las necesidades de cada lugar.

¿Cuánto se ha podido lograr en el Festival de Cine de Luanda en este sentido?

Desde el 2008 sesiona el Festival de Cine de Luanda, con películas de mucho nivel, aunque el financiamiento varía y de eso depende su alcance. Contamos con un espacio competitivo en las categorías de ficción y documental, además de un apartado para los filmes nacionales. Por otra parte, se realizan muestras, debates y conferencias que complementan las proyecciones.

El presupuesto fundamental ha sido incentivar la creación de la producción cinematográfica en la región y en el país. Realizar este tipo de eventos garantiza cierta visibilidad sobre las cuestiones que hemos estado conversando. Al exhibir películas internacionales en Angola, se va  desarrollando un público para el cine. Es una ventana al mundo que abre el conocimiento a otras culturas.

Intentamos crear un movimiento que permita un mayor acercamiento de gente anónima con quienes realizan el cine. Las audiencias están acostumbradas al cine comercial y las películas africanas tratan de nuestros problemas con un lenguaje elaborado, fuera de los esquemas tradicionales. Por eso se necesita ir formando un público para que reflexione sobre la realidad desde el cine; un proceso lento, pero posible.

Los jóvenes hoy son muy mediáticos y debemos tener en cuenta también el producto de estas visiones, sin esperar que tengan una codificación compleja. Podemos abrir espacios a lo experimental y rescatar aquella noción que siguieron los cineastas de los 60: “una idea en la cabeza y una cámara en las manos”. Eso a veces basta para hacer una película y hay que darles visibilidad a la expresión de los jóvenes, sus inquietudes, sus sueños, porque ellos son los futuros líderes y hacedores de cultura.

Usted es formado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, y me comentaban que intenta retomar este tipo de intercambio.

Vine hace 20 años a estudiar acá y fue una experiencia muy rica en todos los sentidos, técnico y humano. Se trata de una gran escuela y lo digo con mucho orgullo. Cuando uno estudia aquí, forma parte de una comunidad casi internacional.

La relación entre la escuela de Cuba y Angola se ha perdido un poco; pero siempre hay la necesidad de formar cineastas y nosotros no tenemos un centro de enseñanza de audiovisuales allá. Me parece muy natural reactivar el vínculo y enviar a gente de Angola aquí, porque pueden recibir una formación completa. Queremos que la Escuela reciba más estudiantes africanos, aunque sabemos que los tiempos son otros y ahora se paga la matrícula. Por eso es necesario encontrar becas de estudio y que los africanos puedan venir. Buscamos articular mecanismos para que angoleños interesados obtengan becas de estudio del gobierno o de otras instituciones que promueven el cine.

¿Qué aportes ha traído este Encuentro para la cinematografía africana?

Como sabemos, históricamente el Caribe tiene una gran influencia de la cultura africana y es curioso que no nos conozcamos. Este encuentro viene acortando las distancias.

El cine africano, aunque no produce muchas películas por año, ha logrado obras de gran valor artístico, con reconocimientos en otras partes del mundo. Sin embargo, la distribución es insuficiente, y muchas veces se desconocen estas películas. Sería muy bueno entonces concretar la propuesta de hacer una Muestra Itinerante de Cine Africano, algo similar a lo que desde Cuba sucede con la producción cinematográfica del Caribe. Asimismo, llevar hasta África los filmes de esta región.

A partir de este intercambio, los afrodescendientes, como los africanos, podrán encontrarse a sí mismos, porque siempre es mejor que te definas en tus propios términos y no en lo que vean los otros. África es muy diversa, existen muchas África, y entre nosotros no nos conocemos tan bien. Tal vez si tuviéramos acceso a nuestro cine, estaríamos más cerca y comprenderíamos mejor nuestras realidades.

¿Cuáles han sido los vínculos culturales entre Angola y Cuba?

Las relaciones culturales están dadas por los lazos históricos, no solo los más recientes, sino por todo lo que celosamente guardaron los afrodescendientes de aquí. La primera vez que llegué a Cuba me di cuenta de la cantidad de tradiciones africanas existentes, cuando incluso allá mismo ya se han olvidado muchas. Esa relación Cuba, África y Caribe es un lazo vivo, que se influencia mutuamente.

Europa ha sido uno de los principales financistas del cine africano. ¿Significa eso algún tipo de imposición temática o estética?

El tema del financiamiento que viene de Europa es importante, sin plata no hay películas. Pero el cineasta debe ser fuerte para que su película no sea distorsionada y que cuente su realidad tal como la ve. Por otra parte, es importante que esas películas no se vean solo en Europa, sino en África también. Los organismos que financian el cine africano deberían pensar en mecanismos de distribución de esas películas por toda África. Lo que me preocupa es que nuestros directores africanos no son conocidos en su continente y sí en Europa. Tiene que haber una relación con el público protagonista de esa realidad que están mostrando.

¿Cuál es el legado principal del cine africano?

Dejar una herencia de cómo pensamos, dejar un registro de nosotros mismos, visto por nosotros. Esa para mí es su función principal.

 

retirado da revista cultural cubana La Jiribilla

por Mariano Bartolomeu
Afroscreen | 6 Dezembro 2011 | cinema africano